La vida y la misión de Marcelo Van no puede comprenderse sin la presencia y el magisterio sobre el pequeño camino de infancia espiritual en el que Santa Teresita lo instruyó, y sin la propia misión de Santa Teresita que, por designio divino, Van continua.
Teresita y Van son almas gemelas. Ambas descubren el amor infinito de Dios por todos los hombres y su deseo de salvarlos. Ambos descubren el camino de la confianza y del abandono filial en Él. Ambos descubren el amor como medio para transformar el sufrimiento en felicidad. Y ambos descubren el sufrimiento como medio para mostrar el amor a Jesús y salvar a las almas.
Santa Teresita de Lisieux ocupa un lugar importante en el crecimiento espiritual de Marcelo Van. Éste descubre a Santa Teresita con 14 años. Se extasía descubriendo lo próxima que se halla su alma a la de Teresita. Le encanta llamarla, según es costumbre en el Vietnam, «Hermana mayor». Enviada a él por el Señor, viene a guiarle y a sostenerle en la hora en la que la soledad y las pruebas van a intensificarse. Le confirma en el amor del Padre, le enseña la oración espontánea y la sencillez en sus relaciones con el Padre, quien ama de manera incondicional y se abaja al nivel del hombre: «con la esperanza de oír una palabra íntima saliendo de su corazón»(Aut. 601). Conduce a Van con dulzura y firmeza, como una hermana mayor, como un padre espiritual que enseña a su joven hermano la manera de ponerse a la escucha obediente de Jesús.
[1] Para conocer la relación estrechísima entre Santa Teresita y Van y entre Van y ella:
«Van, hermanito espiritual de Teresa«, de Pierre Descouvemont, Amis de Van Éditions, Colección “Una misión extraordinaria”, nº 5, Versalles 2017.
«Teresita y Van, sufrimiento y alegría: la paradoja del amor«, de Louis Menville, de la misma Colección “Una misión extraordinaria”, nº 20, Versalles 2017.