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Deseo ardiente de santidad de Van
y desilusión inicial ante Teresita
En octubre de 1942 Teresita entra de una manera maravillosa en la vida de Van. Van tiene catorce años y medio. Desea más que nunca llegar a ser santo, pero le desaniman todos los modelos que se le proponen. Para seguirlos, hay que ayunar, disciplinarse, llevar una camisa de crin, aguantar el frío, la sarna, un montón de cosas desagradables. También hay que pasar noches enteras rezando y recibir éxtasis. Ni una sola vez leyó la vida de un santo a quien le haya gustado reír o que fuera travieso como él.
Una noche, después de rezar ante el Santísimo, se arrodilla delante de la Virgen y le suplica que le ayude a discernir si su deseo de santidad es posible. Se le ocurre entonces la idea de esparcir por la mesa todos los libros de santos de la biblioteca. A continuación, con los ojos cerrados, le pide a María que le conceda un santo al que imitar. Revuelve con sus manos todas las vidas de santos y posa su mano sobre uno: Historia de un alma. Van lo toma, y le su título. Es la historia de una carmelita descalza. ¡Oh, desilusión! Un libro antiguo y que, otra vez, debe de contar la historia de una monja penitente que tuvo un montón de éxtasis.
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Historia de un alma, edición de 1940
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Lágrimas de alegría por su querida hermanita
Pero Van se ha comprometido con la Virgen a leerlo y está decidido a cumplir su palabra. En ese momento abre la primera hoja de su libro y empieza a leerlo. Tan pronto como lo hace empiezan a correr de sus mejillas lágrimas de inesperada y desbordante alegría. Van descubre maravillado a un alma que alcanzó la santidad realizando únicamente cosas pequeñas:
«Una sonrisa, una palabra, o una mirada, con tal que lo haga todo por amor ¡Oh! ¡Qué felicidad! Teresita es una santa que corresponde perfectamente con la idea que tenía de la santidad. En adelante ya no temo llegar a ser santo. Por fin encuentro un camino» (Aut. 572).
Durante toda la noche siguiente, Van llora de alegría. De madrugada, se arrodilla de nuevo ante María, diciéndole:
«Enséñame a amar a Dios con una total confianza. Que quede envuelto por un amor como Teresita… Que sea mi guía en su “pequeño camino». Siento que Dios grabó en mí la actitud de la infancia como un don innato» (Aut. 576).
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Se atreve a decir a sus dos amigos Hien y Tàn que ha encontrado a «una hermana espiritual…, muy a la moda» (Aut. 587). Pero Van Ignora el alcance de lo que acababa de decir. Este encuentro con Teresita determinará su vida para siempre.
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Para profundizar:
Van, hermanito espiritual de Teresa, Padre Pierre Descouvemont y Monseñor Guy Gaucher, Amis de Van Éditions.
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