Lunes 11 de mayo
Poco tiempo después de su primera comunión el pequeño Van tuvo la alegría de recibir al Espíritu Santo en el Sacramento de la Confirmación. Su hermana Tê se confirmó al mismo tiempo que él. Ambos estaban inmensamente alegres. El Espíritu Santo empezó a actuar. Así lo describe Van:
« La gracia de Dios no sólo fortaleció a mi hermanita, sino que transformó su carácter y la hizo aún más tranquila. A partir de aquel día perdió totalmente la costumbre de poner mala cara. En cuanto a mí, la gracia que Dios me había preparado no tenía más objetivo que el de enrolarme en el ejército de los valientes soldados. De ahí que Dios, en su sabiduría, antes de lanzarme a los combates de la vida, puso a mi disposición todos los medios eficaces que me ayudarían a conseguir la victoria. Poco después de haberme dado su Cuerpo y su Sangre como alimento cotidiano, me dio también una garantía sólida, que no es otra cosa sino la fuerza del Espíritu Santo.
La celebración de hoy no difiere en absoluto a la ceremonia de investidura de un caballero, con la entrega de la espada. Mi corazón desbordaba de gozo cuando me presenté ante el obispo para recibir la señal de la cruz, que marcó en mi frente, y ser admitido así, oficialmente, en el ejército de los valientes soldados de Cristo. La señal de la cruz es el estandarte de la victoria del Salvador, es la fuerza y la espada del Espíritu Santo. Esta señal, impresa en mi alma, jamás podrá ser borrada de ella. ¡Oh! ¡Qué honor! Hoy mismo he sido oficialmente armado con la espada del Espíritu Santo, como un caballero, y llamado soldado de Cristo».
Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso,
(Autobiografía, 101).
Oración a la Virgen
Madre Inmaculada, nueva Eva, creada sin relación alguna al mal de este mundo y llena de Gracia, como te saludó el ángel en el momento de la Anunciación, que sobre ti descendió el Espíritu Santo en el momento de la Encarnación del Hijo de Dios, cubriéndote con su sombra, y que junto a los Apóstoles recibiste su plena efusión el día de Pentecostés, hoy quiero dar gracias a tu Hijo, contigo y con Van, por el don del Espíritu Santo, a cuya venida nos estamos preparando durante la Pascua. Él es quien te creó llena de gracia en tu Concepción Inmaculada, te embelleció como a ninguna otra criatura y te divinizó en este tierra, el que hizo resplandecer a tu pequeño Van con preciosas virtudes, el que nos comunica la santidad de Dios, iluminando nuestra fe, sosteniendo nuestra esperanza y alimentando nuestro amor. Tu que has sido elegida por Dios como mediadora de todas las gracias, te pido que intercedas por mí y por los míos, por la Iglesia y por el mundo, para que no nos resistamos al Espíritu Santo, para que lo llamemos en nuestra debilidad y lo acojamos en los sacramentos y en la oración, y así seamos iluminados, consolados y fortalecidos por Él, como lo fuiste tú, como lo fue Van. Yo también quiero ser, como el pequeño Van, un valiente soldado de Cristo, dispuesto a difundir y defender la verdad, la fe. ¡Ven Espíritu Santo, ven por la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima esposa! Espíritu Santo, ¡ven por María!
Consagración a la Virgen
Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
Jaculatoria
Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas
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