Martes 12 de mayo
Desde que empezó a razonar, aún sin tener una noción bien clara de la vida religiosa, el pequeño Van anhelaba consagrarse a Dios. Pero fue a partir de su primer encuentro con Jesús en la primera comunión, que este anhelo se hizo cada vez más fuerte en su alma. Deseaba encontrar un lugar alejado del mundo en donde vivir para Jesús, su amigo y la fuente de su felicidad. Así nos lo cuenta:
« Aunque sabía que en aquel lugar tendría que renunciar a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y aún a todas las dulzuras que me venían de mi tan querida familia, estaba dispuesto a escoger eso con alegría para vivir solamente con Jesús, que me había embriagado con su amor.
Cada vez que recibía a Jesús, sentía como si ese deseo me retuviera el alma y me arrebatase intensamente. Reconocí, sin dudarlo, que aquello era la llamada de Jesús en mi alma. Entonces, sin el menor pensamiento de resistencia, respondí en el acto a su voz y decidí buscar el medio de conformarme perfectamente con su voluntad.
Un día me presenté ante mi madre y le pedí permiso para revelarle un secreto. Ella me sonrió, me llevó a aparte, y me invitó a comunicarle sin miramientos mi secreto. Enrojeciendo, la cogí la mano y la dije estas precisas palabras: “Mamá, permíteme ser religioso; pienso que Dios así lo desea”. Mi madre no pudo dejar de sonreírse, para decirme a continuación suavemente: […] “Muy bien. Si tal es tu deseo, te lo permitiré con gusto. Pero primero, hay que esperar a que crezcas un poco más. Mientras tanto, te mostraré algunos defectos a corregir, como el de molestar a tu hermanita, la falta de cortesía en tus palabras, etc. Sólo entonces te permitiré partir ».
Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso,
(Autobiografía, 103).
Oración a la Virgen
Madre Inmaculada, hoy tu pequeño Van nos habla de su voluntad determinada, con siete años, de ser exclusivamente para Dios. Tú también supiste desde niña, como él pequeño Van, que habías sido elegida exclusivamente por Dios y para Él, y todo tu deseo fue responder fielmente a esa elección. De ahí tu sorpresa, llena de confusión, cuando Dios te pidió renunciar a ello para vivir una vida de familia con san José y poder dar así al Hijo de Dios, conforme al designio del Padre, la familia necesaria en la que pudiera crecer sana y santamente. Aunque no tuviste que renunciar a tu virginidad, que conservaste antes, durante y después del parto, sí tuviste que llevar una vida de familia en el hogar de Nazaret. Hoy quiero pedirte por todos los sacerdotes y personas consagradas en la Iglesia, que han entregado exclusivamente su vida a Dios, y por Él a sus hermanos los hombres. Ayúdales a ser fieles a su consagración, como lo fue admirablemente el pequeño Van.
Consagración a la Virgen
Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
Jaculatoria
Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas.
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