Mes de María, 16 de mayo

Sábado 16 de mayo

Cuando el párroco regañaba a los catequistas tibios e indolentes les ponía como ejemplo al pequeño Van. Esa es la razón por la que estos catequistas le cogieran un odio profundo. Tanto en la casa parroquial como entre la gente de la parroquia, había llegado a ser, sin darse cuenta, una lámpara que obligaba a todo el mundo a mirar la luz. El demonio, siguiendo su táctica de combate, quería cortar el medio por el que llegaba el alimento espiritual al alma del pequeño. Este alimento no era otro sino el santísimo Cuerpo de Jesús. Dejemos al pequeño Van que nos cuente como lo intentó:

« La lámpara de mi corazón brillaba sin interrupción. Viendo esto, el demonio, loco de rabia, había decidido declarar la guerra al hijo querido de la Virgen […]. Durante algún tiempo, la lámpara del amor que resplandecía en mi corazón, había atraído a numerosas almas entre los catequistas tibios de la casa parroquial. Pero después, apareció uno que me detestaba especialmente porque un día quiso servirse de mí para cometer un acto contra el sexto mandamiento; sin embargo, me resistí enérgicamente con toda mi voluntad […]. Entonces el demonio lo utilizó para atacarme. Como era el maestro tenía el derecho de hacerme venir a su dormitorio para castigarme. Abusaba pues de este derecho […] para iniciarme “a la vida perfecta”. Sin embargo, decidió que sólo él y yo debíamos conocer el método que usaba para esta iniciación […] Cada mañana, tras la misa, me llamaba a su habitación bajo pretexto de informarse de mi salud. […] Me indicaba que me tumbara en el  suelo y me propinaba una paliza, a bastonazos, mientras cantaba a voces. Finalmente me dirigía esta orden con su mirada: “¡Prohibido llorar!” […]. No podía mirarle sin experimentar el deseo de aborrecerle. Cada vez que me pegaba, antes de despedirme, […] me ordenaba: “prohibido hablar”. A veces añadía: “Si hablas, te entierro vivo” […]. Debía recibir dieciocho golpes de bambú para ejercitarme en la vida perfecta. Pero estos solamente eran los golpes principales. Estaban además los golpes secundarios, a los cuales había que sumar los golpes preparatorios y caricias de la piel que se cifraban por decenas antes de cada golpe de bambú. Si durante estos quince minutos de ejercicio a la vida perfecta, no podía saldar los tres golpes consecutivos, quedaba en deuda con el maestro. Al día siguiente debía soportar seis veces más. Eso se multiplicaba indefinidamente, de modo que el día que el obispado llamó y expulsó a este señor como catequista, mi deuda con él ascendía a algunos miles de golpes de bambú […]. Felizmente, tras dos semanas, Dios mismo se encargó de denunciar esta conducta bárbara ».

Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso,
(Autobiografía, 132-140).

Oración a la Virgen

Madre Inmaculada, el pequeño Van también tuvo que sufrir los abusos terribles de una persona amargada y perversa, que utilizando injustamente su posición y su poder, intentó aprovecharse de él y someterlo a su rabiosa maldad. En esa perversa crueldad, el pequeño Van supo ver la acción escondida del diablo, que utiliza a las personas que se han comprometido con el pecado para hacer daño a los inocentes y a aquellos que quieren ser justos y servir a Dios. Madre, ¡qué precio tan alto tuvo que pagar el pequeño Van para conservar su inocencia, no sucumbir al mal de este mundo y ser fiel a Dios! ¡Qué asombrosa fe, amor a Dios y fortaleza en un niño de siete años que acepta sufrir de esa manera con tal de no verse privado de la comunión! También Jesús, siendo apenas un bebé, tuvo que sufrir la crueldad de un rey que lo quiso destruir. ¡Cuántos niños inocentes tienen que sufrir por la maldad de los mayores!

Madre Inmaculada, te pido por todos los niños que de tantas maneras sufren y son escandalizados por el mal y la corrupción de los adultos. Haz que encuentren en las heridas y en el amor de Jesús, en tu Inmaculado Corazón maternal, en la oración y en el amor que vence al mal, la fuerza para perdonar y el camino de su sanación interior. Por tu intercesión, concede a los que hacen sufrir a los niños la gracia del arrepentimiento y de la conversión, de la vuelta a Dios y a la justicia, para que en cuanto esté en su mano reparen el mal que hicieron y dejen de hacerlo. Y a mí, Madre, ayúdame, como ayudaste a Van a vencer todas las tentaciones del maligno, y a salir victorioso con el amor a Dios de todas las pruebas, sufrimientos y tribulaciones.

Consagración a la Virgen

Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Jaculatoria

Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas.