Mes de María, 26 de mayo

Martes 26 de mayo

El Señor envió a Van a otro lugar donde pudiera fortalecer más su alma y manifestarse a él, dándole a conocer su misión particular: ser apóstol por el amor, a través de una vida escondida de oración y sacrificio. Tenía un deseo profundo de ser santo, pero creía que jamás lo alcanzaría. Pensaba que para ello había que soportar duras penitencias. Aquello estaba por encima de sus fuerzas. Llegó a creer que su deseo de santidad era una locura y una grave tentación que debía rechazar. Le pidió a la Virgen que le diera un santo al que pudiera imitar. Ella le escuchó y le envió a Santa Teresita:

« Me arrojé a los pies de la imagen de Nuestra Señora de las Gracias, y le dirigí esta oración: “Oh Madre querida, muéstrame que eres verdaderamente mi Madre. Dame una señal que me permita comprender si el pensamiento que tortura mi corazón en este momento viene de Dios o del demonio, que quiere molestarme”. […] Luego regresé a la sala de estudio […]. Decidí escoger al azar la vida de un santo, aquella que con los ojos cerrados eligiera con la mano […]. ¡Ya está!… […]. Lo tomé y miré el título: “Historia de un Alma” […].Empecé la lectura […]. Sentí de inmediato mi alma aliviada y rebosante de felicidad […]. No había leído más de dos páginas, cuando mis ojos se llenaron de lágrimas […]. Mis lágrimas eran el testimonio de mi arrepentimiento por mi actitud anterior, y a la vez una fuente de alegría indescriptible […]. Lo que colmó mi emoción, fue este razonamiento de Santa Teresita: “Si Dios se rebajase solamente hacia las flores más bellas, símbolo de los santos doctores, su Amor no sería un amor absoluto, pues lo propio del amor es abajarse hasta el extremo” […]. Con la lectura de estas palabras, pude comprender un poco la inmensidad del corazón de Dios […]. Encontré en esta palabra la llave que me abría un camino recto y agradable que conducía a la cumbre de la perfección. Comprendí que Dios es amor y el Amor acepta todas las formas de amor. En consecuencia, puedo santificarme a través de todas mis pequeñas acciones: una sonrisa, una palabra, o una mirada, con tal de que lo haga todo por amor […]. A partir de ahora, ya no temo llegar a ser santo […].

Aquel día, me levanté alegre, fresco y dispuesto, con el corazón aún rebosante de alegría; nunca había conocido una mañana tan hermosa. Tras mi ofrecimiento del día, fui de inmediato al altar de María y le dije: “Virgen Santa, Madre mía, hoy es realmente el primer día en que me es concedido saborear un gozo tan dulce, el día que me introduce en un camino nuevo. Siento que Dios me ama, y porque me ama me ha llamado a seguirlo por la senda de la perfección. ¡Oh, Madre!, su amor es realmente un amor infinito, y a la vista de tanto amor, no sé qué palabras emplear para expresarle mi gratitud, ni qué corazón ofrecerle que sea capaz de corresponder a su Amor. Permíteme acercarme a ti con mi pobre corazón y que lo ponga entre tus manos para que, a través tuyo, se lo ofrezca al Dios Trinidad. Sabes bien que la digna ofrenda que presento al Dios Trinidad no es otra cosa sino el Amor de Dios; pero para contener este Amor de Dios, no tengo más que mi pobre corazón. En adelante, oh Madre, guíame en mi nuevo camino; enséñame a amar a Dios perfectamente y a ofrecerme a Él con total confianza. Y me atrevo a expresarte un deseo: ¿no podrías envolverme en tu amor como lo hiciste antaño con Teresita, tu florecita blanca como la nieve. Deseo, también, que me des a esta santa para que sea mi guía en su “pequeño camino”. ¡Oh! ¡Qué alegría para mí! Siento que mi vida no puede liberarse de los sentimientos de infancia que Dios ha grabado, como un don innato, en mi alma ».

Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso
(Autobiografía, 563-578).

Oración a la Virgen

Madre Inmaculada, el pequeño Van ha encontrado en la sencillez del amor su camino hacia la santidad. Es el camino que también recorristeis San José y tú, la vida de abandono confiado en Dios y de entrega diaria a Él en el amor, de obediencia a su voluntad, de vida sencilla, escondida a los ojos del mundo, de trabajo y de oración. ¡Cuántas veces, como Van, pensamos que agradar a Dios es difícil, cuando lo único que nos pide es confianza y amor! En esto se resume nuestra vida cristiana, como le fue revelado a Santa Teresita, como se le reveló al pequeño Van. ¡Yo también quiero agradar a Dios en cada momento de mi vida! ¡Yo también quiero descansar en la certeza de su Amor incondicional! ¡Yo también quiero corresponder a su Amor! ¡Madre, ayúdame!  

Consagración a la Virgen

Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Jaculatoria

Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas.