Jueves 28 de mayo
Una mañana, Van subió a una colina a rezar. De repente fue invadido por una inmensa alegría. En ese momento escuchó una voz femenina que lo llamaba por su nombre: “¡Van, Van! ¡Mi querido hermanito!” Tras un instante la voz le volvió a llamar: “¡Van, mi querido hermanito!” Era una voz sobrenatural. Él, dando un grito de alegría, exclamó: “¡Oh, es mi hermana Santa Teresita!” Será el inicio de sus coloquios interiores con él:
« – Vengo a responder a tus palabras, que han resonado en mi corazón. Hermanito, desde ahora serás personalmente mi hermanito, como tú me has elegido personalmente para que yo sea tu hermana mayor […]. Te comunicaré todos mis hermosos pensamientos sobre el amor, todo lo que ocurrió en mi vida y me transformó en el Amor infinito de Dios. ¿Sabes por qué nos encontramos hoy? Es Dios mismo quien ha dispuesto este encuentro. Él quiere que las lecciones de Amor que me enseñó en lo secreto de mi alma, se perpetúen en este mundo; ésta es la razón por la que se ha dignado elegirte su pequeño secretario para que ejecutes el trabajo que desea confiarte. Pero antes de esa elección, ha querido este encuentro para que conocieras por mí tu preciosa misión. […]. Dios me ha permitido conocerte desde hace mucho tiempo, antes incluso de que existieras. Tu vida apareció en la misteriosa mirada de la Divinidad, y yo te vi en la luz que provenía de esa misteriosa mirada. Te vi, y Dios me confió la tarea de cuidarte como el Ángel custodio de tu vida. Estaba contigo, siguiéndote paso a paso, como una madre al lado de su hijo. ¡Qué inmensa era mi alegría cuando veía en tu alma tantos puntos de semejanza perfecta con la mía y una concepción del Amor que en nada se diferenciaba de la mía! […]. Teresita ha sido siempre tu Teresita, y tú, Van, has sido igualmente el hermanito de Teresita desde el momento en que ambos existimos en el pensamiento de Dios. El ardor de tus deseos, hasta el día de hoy, ha hecho que Dios te condujera a la verdad […]. Has corrido siguiendo a Jesús, sin buscar otra cosa más que agradarle. Es precisamente eso en lo que consiste la santidad. Esta santidad, la has practicado hasta el día de hoy, pero sin comprender su verdadera naturaleza […]. La santidad consiste únicamente en hacerse uno con la voluntad de Dios. Pero esta unión es la obra del Amor divino; en cuanto a ti no tienes más que amar y abandonarte enteramente a la acción de este Amor, y serás perfecto ».
Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso
(Autobiografía, 589-605).
Oración a la Virgen
Madre Inmaculada, Santa Teresita, por voluntad de Dios, estableció un extraordinario diálogo con el pequeño Van para comunicarle su preciosa enseñanza sobre el amor y todo aquello que a ella la transformó en el Amor infinito de Dios. El Padre ha querido que esas lecciones de Amor que la enseñó en lo secreto de su alma, se perpetúen en este mundo. Por eso eligió a Van como su pequeño secretario para que realizara el trabajo que le iba a encomendar, confiándoselo a ella, como su verdadero ángel de la guarda.
Madre de la vida espiritual y Maestra en el camino de la santidad, yo no quiero otra cosa que correr siguiendo a Jesús, como lo hiciste tú, como Van, no buscando otra cosa más que agradarle. Es precisamente en esto, como le recordó Santa Teresita, en lo que consiste la santidad, en hacerse uno con la voluntad de Dios. ¡Qué difícil, Madre, es renunciar a mi voluntad, dejarme expropiar de lo que es más mío! ¡Renunciar a mis deseos, a mis planes, para hacer sólo lo que quiere Jesús! Cuántas veces me descubro quejándome cuando Él cambia o frustra mis planes, nervioso ante las situaciones en las que pierdo el control, cuando precisamente a través ellas me está llamando a la fe, a poner mi confianza en Él. Cuántas veces me impaciento por hacer mi voluntad, rechazando la cruz, perdiendo la paz. Esta unión de voluntad con Dios es la obra de su divino Amor en mí. Ayúdame, Madre, a abandonarme como tú, como Van, al Amor y a su acción en mí. Él me transformará y me conducirá a la santidad. ¡Padre de Amor, me pongo en tus manos! ¡Jesús, me entrego a ti! ¡Espíritu Santo, Espíritu de Amor, sumérgeme y transfórmame en ti!
Consagración a la Virgen
Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
Jaculatoria
Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas.
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