Mes de María, 3 de mayo

Domingo 3 de mayo

Entre los cinco y los seis años, estando en casa de su tía y de sus primos, Van sacaba a pastar el búfalo de la familia. Podía pasear con él por los campos y disfrutar de la belleza de la naturaleza. A lomos del búfalo rezaba el rosario a la Virgen, gozándose de su compañía y de su amor maternal:

«Iba, pues, a apacentar mi búfalo aparte, tratando de divertirme con la Virgen. Estando sólo, con mi búfalo, lo que más me gustaba consistía en organizar un nuevo estilo de procesión. Dividía el campo en varias partes, a cierta distancia una de otra, y adornaba lo mejor que podía a mi búfalo con las flores más variadas, sujetándoselas a los cuernos. Luego, arrodillándome en su lomo y teniendo en la mano la estampa de la Virgen, lo apacentaba lentamente en el borde del arrozal, rezando el rosario en voz alta. Terminado un misterio, y sin alcanzar el búfalo el límite fijado para el misterio siguiente, me ponía de pie sobre el lomo del búfalo y cantaba algún cántico en honor a la Virgen. Normalmente esas procesiones duraban dos o tres horas, pero nunca me sentía cansado. Y cuando el búfalo quedaba saciado, interrumpía la procesión para conducirlo de nuevo al establo.

¿Cree, Padre, que la Virgen se habrá reído con semejante inocencia? Un día me encontré con un cristiano que, viendo cómo me divertía de esa manera, me reprochó por faltarle el respeto a la Virgen, atreviéndome a rezar el rosario sobre el lomo de un búfalo: “Actuar así, -dijo-, ¿no es menospreciar a la Virgen en su dignidad?” A lo que respondí inmediatamente: “¿Qué falta de respeto puede haber en esto? Amo a la Virgen, mi Madre, y la amo en cualquier lugar; ella por su parte también me ama. Entonces, ¿qué lugar puede no ser digno?” Nuestro hombre, desconcertado, se marchó diciendo: “¡Este niño es realmente terrible!”

Ya veis, Padre, cuántas almas tienen miedo de Dios en su relación con Él, como si fuese un ser sumamente elevado y lejano. En el fondo de ellos, nunca se permiten tener un pensamiento de intimidad con Dios, porque todavía no comprenden lo que es el Amor. Se conforman con mirar a Dios como a un Rey que se halla por encima de todos los reyes, revestido de una autoridad incomparable, de modo que toda intimidad con Él les parece absolutamente imposible. En cuanto a mí, cada vez que he sabido arrojarme en el corazón de la Virgen, he sentido que esta Madre me acercaba todavía más a Jesús. Sí, sentía que Dios estaba muy cerca de mí, como la flor del campo, el murmullo del viento en los pinos, el esplendor de la aurora, o el canto de un pájaro resonando en el espacio».

Marcelo Van,
Apóstol del Amor Misericordioso
(Autobiografía, 448-449)

Oración a la Virgen

Madre Inmaculada, quiero amarte siempre y en todo lugar, llamarte, invocarte, contarte todo lo que es importante para mí, disfrutar todas las cosas bellas y buenas contigo, también las difíciles y las dolorosas. Quiero compartir contigo todo, como lo hacía contigo Marcelo Van, como lo hace el pequeño con su madre. Tú jamás tuviste miedo de Dios. Lo amaste con todo tu corazón de niña, de jovencita, de mujer, y porque lo amaste, lo respetaste y jamás lo ofendiste. Viviste en el santo temor de Dios, que no es miedo de Él, sino temor a negarle nada a su Amor, a olvidar y rechazar su amor por el pecado, a desobedecerle y a entristecerle como hizo Eva, a vivir autónomamente como si Él no existiese, y a separarte de Él y de su amor como hacemos los hombres, por un uso injusto de nuestra libertad. Concédeme, Madre, tener contigo una relación filial, íntima, sin protocolos, espontánea, como la tenía el pequeño Van, y también con tu Hijo Jesús. También yo quiero arrojarme en tu corazón, como un pequeño que se lanza en los brazos de su madre, y experimentar, como lo hacía Van, que me acercas y me unes cada vez más a tu Hijo Jesús.

Consagración a la Virgen

Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Jaculatoria

Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas