Mes de María, 9 de mayo

Sábado 9 de mayo

EL día de su primera comunión, el pequeño Van lo pasó lleno de alegría. Había encontrado el tesoro de su corazón. Jesús  le colmó  hasta el punto de desprenderse de todos sus juguetes, cosa insólita en un niño de seis años. Jesús lo llenó por completo. Pero con la alegría vino también la tristeza. El pensamiento de volver a recibir al día siguiente a Jesús, le devolvió la paz. Así lo relata:

« Al entrar aquella mañana en posesión del manantial del gozo infinito, mi corazón quedó sumergido en ese gozo […]. Llegada la noche, junté todos los juguetes y otros regalos que había recibido para regalárselos a mi hermanita Tê, sin quedarme con ninguno. A partir de aquella noche, poseía un tesoro escondido en el fondo de mi corazón; ya no deseaba nada, Jesúslo era todo para mí. Mis impresiones eran las mismas que las de Santa Teresita en la noche de su primera comunión. A aquel día vivido en la alegría, le siguió una noche de tristeza indescriptible, de manera que la felicidad de aquel día era incapaz de devolverme la alegría. Sin embargo, al pensar que al día siguiente volvería a recibir de nuevo a Jesús en mi corazón, experimenté un sentimiento de paz y un valor capaz de aceptar esta vida de sufrimiento.

El Padre Nghia me permitió comulgar todos los días. No pasó un sólo día sin que tuviera el gozo de acercarme a la Santa Mesa para recibir a Jesús. Allí estaba mi manantial de vida, y cada vez que iba a recibir a Jesús, mi alma desbordaba de alegría ».

(Marcelo Van,
Apóstol escondido del Amor Misericordioso
(Autobiografía, 96).

Oración a la Virgen

Madre Inmaculada, ¡qué alegría profunda colmó el corazón de tu pequeño Van al recibir a Jesús! Había hecho posesión “del manantial del gozo infinito”. Gozaba de “un tesoro escondido” en su corazón. Se hallaba colmado de Jesús, de su presencia sobrenatural, misteriosa pero absolutamente real, y de la alegría que Él le comunicaba. ¡Es el milagro de la presencia de Jesús en nuestra alma cuando le recibimos con un corazón bien dispuesto! Pero tras el gozo, vino de improviso la tristeza, como nos pasa a nosotros a veces. El pequeño Van se mantuvo fiel a Jesús. El solo pensamiento de recibirle al día siguiente, le devolvió la paz. ¡Cuántas veces más tarde, pasaría días, incluso temporadas, en desolación, sufriendo incluso asco y tristeza! Pero estas circunstancias no le detenían en su voluntad de amar a Jesús. Jesúslo era todo para él y la Eucaristía su “manantial de vida”.

Madre mía, yo también quiero que Jesús sea, como lo era para el pequeño Van y para ti, el tesoro de mi corazón, la fuente de mi alegría indestructible, mi manantial de vida, en medio de este mundo que pasa, cuyos bienes son provisionales y por hermosos que sean no pueden colmar el anhelo de vida y de plenitud infinita de nuestro corazón. Quiero que Él sea siempre, como lo fue para vosotros, todo para mí.

Consagración a la Virgen

Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Jaculatoria

Madre del total abandono, me entrego a ti sin reservas