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Grupos de personas
que Jesús encomienda a la oración de Van
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Como apóstol oculto del Amor,Van es convocado por Jesús para una enorme empresa de rescate. El número de personas que Jesús le confía para que las salve es incontable.
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Los sacerdotes:
Jesús le pide que rece particularmente por los sacerdotes, pues son muchos los que no le aman (Col. 477).
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Francia:
Pese a los daños causados por los franceses a los vietnamitas, Teresita le pide también que rece mucho por Francia, el país en que ella misma floreció y que tan unido ha estado al Vietnam.
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Los redentoristas y la fundación de las hermanas redentoristas en Vietnam:
Debe rezar también por sus hermanos redentoristas de Vietnam y de otras partes. Jesús le confía particularmente que rece por la fundación de las hermanas redentoristas, intención muy querida de Jesús. Estas hermanas habrían de ir a fundar a Vietnam desde Canadá.
Comunidad redentorista de Marcelo Van
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Los niños:
Tampoco se olvida Van de que tendrá que ejercer más tarde una misión muy especial junto a los niños. Jesús mismo fue quien un día se lo reveló, teniendo a Van sentado sobre sus rodillas. Le dio a entender que, como Teresita no había tenido tiempo de hablar de María a los niños, ella quería servirse de él en el futuro para esta misión (Col. 344-349); misión tan importante como el amor que Jesús tiene a los niños (del que los Apóstoles fueron tantas veces testigos). La contemplación de tantos niños que se pierden a causa del egoísmo y la maldad de los adultos es la razón de su gran tristeza.
Jesús le hace ver en su gran visión de junio de 1945, como el mayor dolor que sufre es esta pérdida de los niños:
«El mayor dolor de Jesús era ver a los niños, aún inocentes, tirándole piedras».
Jesús le pide que le ayude a salvarlos.
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Niño yemení, marzo de 2012
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Los comunistas
Van entiende cada vez mejor que debe rezar y ofrecer su vida por los comunistas, y, de manera más amplia, por todos los no creyentes. Como Teresita, ofrece especialmente por ellos la noche de su fe. Un día que estando arrodillado ante el sagrario rezaba con los brazos cruzados en el pecho, dijo con la mirada fija en Jesús:
«¡Sí, Jesús! Acepto de buen grado la sequedad, acepto con mucho gusto que tus respuestas de amor tomen otro rumbo, que se dirijan a las almas hundidas en el pecado…, y que yo, padezca callado la sequedad, para que esas almas desdichadas sean encendidas con el fuego del amor, comprendan el amor, estén embriagadas con el amor hasta el punto de ir en pos de la fuente del amor… ¡Jesús! ¡Jesús! Te amo en lugar de esas almas, y, como respuesta a mis palabras, te pido que hagas llegar directamente tu amor a estos corazones endurecidos» (Lib. 2, 53).
Otro día, Van se presenta ante el Señor como si fuera él mismo Ho Chi Minh:
«No dudé en tomar su nombre para rezar por él […]. Lo mismo hago por Stalin» (Esc. 783).
Entiende que puede pedir absolutamente todo a Jesús para la salvación del mundo entero. Así le dice:
«Te pido por Ho Chi Minh […] Dame un poco de pena en su lugar, ¿verdad que sí?» y prosigue:
«Te ofrezco mis sacrificios de todos los días como oración por este jefe de estado y su gobierno» (Cuadernillo 2, 66): «Me ofrezco en víctima de expiación por la República de China; dame una gran parte de las injurias que los comunistas chinos profieren contra ti y contra los que te aman» (Cuadernillo 2, 57).
El 21 de diciembre de 1953, incluso pide a Jesús que dé al menos diez besos a Ho Chi Minh con motivo de Navidad:
«Dame algo que me duela en su lugar, ¿te parece? Y yo, te daré mis sacrificios como si fueran dulces, o también, si es necesario, te daré besos a cambio. Por un beso que le des, te daré diez. Todo el mundo sabe que mis besos no valen mucho, pero devolver diez por uno no está mal, ¿verdad Jesús?» (Lib. 2, 88-89).
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Ho Chi Minh
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La oración de Teresita por los pecadores y los no creyentes
La oración de Van se parece de modo asombroso a la que Teresita dirigía al Señor por sus hermanos no creyentes. Reza primero en su nombre.
Sentada en su mesa, reza repitiendo con humildad la oración del publicano: “Ten piedad de nosotros, Señor, pues somos pecadores”. Pero en el acto, hasta sin darse el trabajo de escribir aparte, reza no ya como la hermanita de los pecadores, solidaria de sus pecados, sino como su “madre”, feliz de poder ofrecerse por su salvación:
«Oh Jesús!, si es necesario que un alma que os ama purifique la mesa que ellos han manchado, acepto comer sola en ella el pan de la tribulación hasta que os plazca introducirme en vuestro luminoso reino. ¡La única gracia que os pido es la de no ofenderos nunca!» (Historia de un alma, Ms C, 6 rº).
Sin olvidarse de su condición de pecadora, reza aquí como una princesa, como una reina que sabe que es capaz de obtener la salvación de sus hermanos por la perseverancia de su fe y de su amor.
«¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene entrada libre al rey, y obtener de él todo cuanto pide» (Historia de un alma, Ms C, 25 rº).
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El poder de la oración, ¡como una reina!
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Semejanza de la oración de Van con la de Teresita
Se encuentra de nuevo el mismo maravilloso “movimiento”, -el mismo equilibrio teológico-, en la oración de Van. A veces se presenta ante Jesús como si el mismo se encontrará entre las filas del Viet Minh, implorando la Misericordia de Dios para todos los comunistas y para él. Otras veces, se atreve a ofrecer sus besos a Jesús a cambio de algunos para Ho Chi Minh. Se encuentra pues en él el mismo atrevimiento audaz de Teresita. Su definición de la oración también será muy semejante a la de ella.
En una meditación fechada en el 11 de octubre de 1951, escribía:
«La oración es como una princesa que frecuenta el palacio del gran rey; tiene el poder de repartir todas las riquezas del rey» (Lib. 2, 13).
«La oración del hombre humilde, -dice en otra parte-, es semejante a una reina que va y viene por el palacio del rey, teniendo el poder de hacerse con cuanto pide» (Lib. 2, 36).
Teresita ayudó a Van a descubrir otros muchos aspectos de la Buena Nueva que le permitieron vivir a fondo la alegría del Evangelio: la presencia de María en nuestra vida y la posibilidad de vivir sin cesar en la irradiación de su sonrisa y bajo su manto, la alegre espera del cielo, la fuerza inaudita de la oración, la importancia de la humildad y de la obediencia, la maravillosa presencia de Cristo en la Eucaristía, el valor del martirio, etc…
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Para profundizar:
Las misiones de Van, Padre Olivier de Roulhac, O.S.B., Amis de Van Éditions.
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