Los niños muertos sin bautizar

Respuesta de Jesús a la preocupación de Van
por los niños muertos sin bautizar

La preocupación que Van tiene por los niños suscita en él una pregunta muy concreta que no duda en dirigir a Jesús ante del Sagrario el 24 de julio de 1946. A Van le sorprende una cita de San Alfonso María de Ligorio que lee en un calendario, en la que afirmaba que los niños muertos sin bautizar no sufrirían ningún suplicio. Van se entristece por esas almas que podrían estar privadas por toda la eternidad de la visión beatífica [1].

Jesús le interpela y con una frase le tranquiliza:

«Hermanito, ¿estás triste? ¿Pero por qué esta tristeza?  Si nuestro verdadero Padre del cielo, en su bondad, quiere que la voz de los pequeños se una a la voz de los ángeles para alabarle, ¿qué dificultad puede haber en esto?» (Col. 699).

El Señor recuerda indirectamente a Van las palabras del Ángel Gabriel a la Virgen María en el momento en que ella, por obra del Espíritu Santo, recibe en su seno al Salvador: “Para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 37).

Jesús hubiera podido decir únicamente esto para consolar a Van y para que éste dejara a un lado todas sus preocupaciones. Pero no, le indica, al mismo tiempo, las razones y la manera de orar en favor de estos niños. Va a ser precisamente en esos detalles, donde Jesús va a ofrecer elementos importantes de doctrina.

«Naturalmente, los niños, no teniendo todavía inteligencia tampoco tienen voluntad. La inteligencia sirve para entender si una cosa es buena o mala y la voluntad actúa en conformidad con lo que entiende la inteligencia. Estas dos facultades son las más necesarias. Los niños no las poseen todavía» (Col. 699-700).

Responsabilidad de la libertad

La libertad, siendo una propiedad de la voluntad, condiciona el ejercicio del libre albedrío. En cuanto a la inteligencia, permite a cada individuo poder distinguir entre el bien y el mal. La voluntad y la inteligencia son indispensables para el ejercicio del libre albedrío, que toma su verdadero sentido en la medida en que el individuo utiliza su razón, cosa comúnmente admitida en torno a los cinco años de edad [2]. Los niños a los que se refiere Jesús en su diálogo con Van son los que únicamente tienen el pecado original.

La responsabilidad por el pecado
en el Youcat y en el Catecismo de la Iglesia

El pecado es una falta que tiene que ver con la responsabilidad personal.

«El pecado en sentido propio es una culpa de la que hay que responder personalmente. El término «pecado original» no se refiere por tanto a un pecado personal, sino al estado caído de la humanidad en el que nace cada individuo antes de pecar por decisión propia» [3].

El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que «Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído […]. Es un pecado «contraído», «no cometido», un estado y no un acto» [4]. 

Aceptación del Reino de los cielos

En cuanto a los niños capaces de un acto libre y voluntario Jesús explica a Van:

«Ya he prometido a los niños el Reino de los cielos. Esta promesa no les obliga a nada. Si les hubiera obligado a ayunar, a darse la disciplina, a mortificarse, etc… ¿cómo podrían los recién nacidos que mueren inmediatamente después del Bautismo ir al Cielo…? Marcelo, el Amor Misericordioso ha reservado a los niños una espléndida parte. Lo único que tienen que hacer es aceptarlo» (Col. 377).

Aquí Jesús nos da una importante clave: confirma que el recién nacido bautizado, si muere, accede a la beatificación divina, a la santidad de Dios prometida por Jesucristo. Esto confirma que el Bautismo limpia el pecado original y que el pequeño que lo ha recibido es salvado por este único acto.

Condición necesaria para que se salven
los niños muertos sin bautizar

Cuando el niño no está bautizado y muere antes de la edad del uso de razón la situación es diferente. En este caso, Jesús explica a Van otra condición necesaria para que el pequeño sea salvado:

«Es necesario que otra voluntad se introduzca en el corazón de estos pequeños; y si esta voluntad actúa conforme al bien, es como si estos niños lo realizaran ellos por sí mismos […]. Ahora, lo único que tienes que hacer, es poner tu voluntad en el corazón de estos niños, y entonces ellos también pertenecerán a la Santa Iglesia» (Col. 700).

Memorial al niño no nacido

Precisa también que esta comunión espiritual entre el que ora y el niño sin bautizar por el que ora, puede alcanzarse únicamente si la voluntad del que ora es conforme a la verdad y al bien. En la situación hipotética de que actuase en contra del bien y de la verdad, esta voluntad no tendría ningún efecto. Esta revelación es importante ya que muestra los fundamentos de la justificación que realiza el Bautismo en estos niños que no lo han recibido. Si el Bautismo de deseo se aplica generalmente, en la comunión de los santos, a una persona que muere deseándolo, pero sin haberlo recibido, la situación es más complicada para un niño que no tiene ni deseo, ni voluntad. Queda entonces la oración. Y Jesús explica a Van cómo hacerla.


[1] Van debía pensar que los niños muertos sin bautizar, siendo como todos los niños los preferidos de Jesús, estarían con Él. La afirmación de San Alfonso María, que no lo afirma explícitamente, le entristece.

[2] El Código de Derecho Canónico precisa que «el menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tiene uso de razón» (Canon 97, §2). Sin embargo, algunos niños pueden hacer su profesión de fe a la edad de cinco años en la Iglesia Católica. Aunque sea poco corriente, está admitido que puedan hacerlo con plena conciencia. Del mismo modo, niños menores de siete años pueden cometer pecados siendo conscientes de sus actos.

[3] Youcat, Catecismo de la Iglesia Católica para jóvenes, 68.

[4] Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), 404.

Para profundizar:

La salvación de los niños no bautizados, Laurent Aventin, Amis de Van Éditions.