Apóstol de los niños

Peligro que representa el mundo para los niños

En sus Coloquios, el pequeño Jesús le confía a Marcelo Van ser el apóstol de los niños. El 6 de abril de 1946, le explica a Van el peligro que el mundo representa para los niños.

«Marcelo, tu apostolado debe ejercerse entre los niños. Quiero que los atraigas hacia mí. Les quiero mucho. Cuando juegan al balón, hacen competiciones de natación, o juegan a cualquier juego de su edad, estoy presente en medio de ellos… Marcelo, todo me complace en los niños: una palabra, una sonrisa, incluso una lágrima que derraman en un momento de tristeza, todo en ellos me hace disfrutar… Pero desgraciadamente, Marcelo, parece que ahora los niños con sus modos de actuar se van asemejando cada vez más a los adultos. Y lo peor es que de ordinario el mundo les da a conocer el pecado antes de darles la oportunidad de conocerme a mí» (Col. 375-376).

Habría de inquietarnos la tendencia tan generalizada que tienen los niños nuestra época de convertirse en adultos antes de tiempo, particularmente en lo relativo a la perdida de la inocencia. De ahí la inquietud que muestran las palabras de Jesús en las que confiesa su amor por estos pequeños. Jesús pide a Van que los atraiga hacia Él, y de esa manera le confía una misión particular de intercesión por los niños.

Su infancia marcada por el sufrimiento

La infancia de Marcelo Van está marcada por el sufrimiento, primero por la separación de su familia a los cuatro años de edad y a partir de su decisión de quedarse en la parroquia de Huu Bang, por los malos tratos infligidos a él por los catequistas. Empujado a fugarse, no encontrará refugio en su familia. Su padre alcoholizado y su madre ocupada en sacar a los demás miembros de su familia de la extrema pobreza en la que han caído, no podrán darle el amor que esperaba. Esta dolorosa infancia participa de la misión que Jesús le confía. Pero no todos los niños tienen la gracia de refugiarse en Jesús y en María, como lo hizo Van, en medio de las duras pruebas que tuvo que soportar. Afirma Van:

«Él quería servirse de mi cuerpo para soportar el sufrimiento, la vergüenza y el agotamiento, para que la llama de amor que devora su divino Corazón pudiese derramarse en el corazón de todos los hombres que están en la tierra» (Aut. 116).

Predilección de Van por los niños

A Van le encantan especialmente los niños. Escribirá en su Autobiografía:

«Para mí, vivir en medio de un grupo de niños es como vivir en el paraíso» (Aut. 734).

La inocencia que le caracteriza y su proximidad con ellos, son lazos que le atan a los niños y que hacen de él un perfecto apóstol de los pequeños. Junto a María se identifica con ellos y se transforma en su abogado:

«Oh Madre, te lo ruego, ten piedad de los niños. Mis sentimientos son semejantes a los suyos, de manera que, entendiendo mis propios sentimientos, entiendas tú, de la misma manera, los de los niños. Oh Madre, pienso continuamente en las almas de los niños. Me resulta imposible quitarme este pensamiento» (Col. 343-344).

Estar siempre alegre:
condición para ser el apóstol de los niños

Jesús, sin embargo, pondrá una condición a Van para que sea el apóstol de los niños: la de estar siempre alegre, en todas las circunstancias, incluidas las que no llevan particularmente a la alegría:

«Vamos pequeño Marcelo, eres mi hermanito, por eso tienes que saber ser alegre. Sin esto sería imposible para ti llegar a ser apóstol de los niños. Debe poder decirse de tu vida que es una vida alegre. Tengo un carácter muy difícil: solamente me gusta jugar con hermanitos y hermanitas alegres. En cuanto a los que son tristes, como ya te lo he dicho, no siento ninguna alegría con ellos» (Col. 415).

Van no discute la orden de Jesús, quejándose de su vida difícil. Aceptar su petición sin mencionar a Jesús la dificultad que entraña. Simplemente la acepta y la pone en práctica, en ocasiones no sin dificultad, como el niño que se ciñe a lo que le piden sus padres. Su corazón de niño le empuja a la obediencia sin preguntar, aunque esto no resulte fácil para él.

Más tarde Jesús le dirá que su vida no fue una vida infeliz. Aun siendo dolorosa no prevaleció la tristeza sino la alegría. Jesús le lleva a liberarse de sí mismo y a vivir en la alegría con un amor filial.

Su misión con los niños: orar por ellos

¿Pero en qué consiste la misión de Van con los niños?  Jesús le pide que ore por los niños:

«La intención que me ha dado Jesús para hoy es que ore por los niños. Me ha pedido que no los olvide. Por eso no hago otra cosa que pensar en ellos» (Col. Anexo 2, Carta al P. Boucher, del 21 de marzo de 1950).

La misión de Van es arrancar a los niños de las tinieblas y hacerles saber que el Reino de los cielos les pertenece, que es de ellos y de los que son como ellos, no a través de brillantes acciones sino por medio de la ofrenda de su vida en el Amor y de las pruebas que la propia vida conlleva.

Su vida y su misión nos recuerdan que si los niños no están en el centro del mundo de los hombres, como los niños están en el centro del mundo de Dios, se crea un desequilibrio que puede conducir a la humanidad a su extravío. Los adultos necesitan mirar sin parar a los niños para aprender cómo deben situarse ante Dios, ante los demás y ante sí mismos.

Para profundizar:

La salvación de los niños no bautizados, Laurent Aventin, Amis de Van Éditions.

Las misiones de Van, Padre Olivier de Roulhac, O.S.B, Amis de Van Éditions.